El Secretario de Estado de Seguridad ha querido zanjar el drama del Manzanares con la destitución de los dos coordinadores del Atlético de Madrid y del Deportivo. Y su homólogo para el Deporte, ha hecho lo propio con un acuerdo para castigar con dureza la violencia verbal en los recintos deportivos así como un paquete de medidas ya recogidos por la normativa vigente desde 2007. Vistas así las cosas, no se han complicado en exceso a pesar de la gravedad de los hechos, con más de veinte detenidos, cien personas identificadas y las investigaciones policiales pendientes de poner nombres y apellidos y localizar a los asesinos de “Jimmy”. En este sentido, tengo la plena seguridad de que la policía pondrá en breve a estos individuos a disposición judicial.
Sin embargo, observo con dolor un espectáculo mediático desproporcionado cuando las cenizas del desafortunado deportivista están todavía calientes. Ha habido excesiva prisa, demasiada urgencia para aparecer en todos los medios. Y, sin embargo, hemos tardado siete años en aplicar la legislación vigente en materia de violencia, señal de que los políticos acaban de descubrir la ley o han terminado por entender que hay violencia en los espectáculos deportivos. En cualquier caso, lo celebro. Nuestra capacidad de sorpresa alcanza límites insospechados.
Ya se sabe que las urnas castigarán a aquellos que lo hayan merecido y darán la representación popular a quienes les hagan creer en sus propuestas. Da la sensación de que se preocupan más de la expectación periodística que de llevar a cabo una tarea silenciosa y eficaz. La primera noticia que debe dar al respecto un responsable del Ministerio del Interior no es que se pasan por la piedra a dos modestos empleados que coordinan la seguridad en dos clubes. La primera debe ser que han detenido a los sospechosos. Esa es la única noticia que interesa a la ciudadanía y, en cambio, nos arrollan con una serie de medidas que están aprobadas y recogidas en la normativa específica para estos procedimientos siete años atrás.
La cuestión de la violencia es un problema derivado de la falta de un sistema educativo acorde a la sociedad que deseamos. En Inglaterra, donde los hooligans hacían de las suyas cada jornada, se implantó hace casi treinta años un modelo de educación que rompió con la vieja tradición del deporte y el vandalismo. Hoy, ir a un partido al Emirates, a Old Trafford o Anfield es casi como ir al teatro. Aquí, seguimos educando en el escupitajo, el insulto, la agresividad, los radicalismos, la ley del más fuerte, o del más salvaje, en definitiva, los malos modos y la violencia. Es un asunto cultural y, por otro lado, policial y judicial. La sociedad no debe convivir con asesinos que quedan a las siete de la mañana para pelear con barras de hierro. Estos asesinos tienen un lugar determinado por la legislación penal: la prisión. Lo demás, son reportajes para las televisiones. Sólo esperamos que nos digan que, por fin, han cogido a los criminales y los han puesto en manos de un juez, camino de la cárcel.