Las sensaciones han cambiado. Los futbolistas del Real Madrid, incluso en sus declaraciones, manifiestan una impresionante variación desde que Zidane tomó las riendas del primer equipo. Puede parecer complicado entender que se genere un cambio tan radical en tan pocas fechas y, sin embargo, no hay grandes secretos en el mundo del fútbol.
Algunos entrenadores anteponen su táctica a las condiciones de sus futbolistas y no renuncian a sus sólidos y eternos conceptos mientras que otros apuestan por dar rienda suelta a las estrellas y aprovechar el enorme talento de estas figuras de orden mundial.
Zidane ha hecho lo más fácil, es decir, más que hacer, dejar hacer. Regaló libertad y alegría a los futbolistas, que entrenan con otra cara y rinden con otros números. Y, dentro de esa capacidad creativa, ha dado cuatro pinceladas tácticas, básicas, elementales, para que los jugadores sepan que no han salido al recreo sino a una competición profesional. El calendario ha puesto algo de su parte, cierto, pero aquella tensión que se masticaba en el aire ha desaparecido. Zizou, además, aporta un lenguaje muy próximo al futbolista, entrena desde la hierba, sin subirse a ningún púlpito donde impartir doctrina.
En el madridismo, hay sensaciones nuevas, esperanza de que queda mucho campeonato, y toda la Champions, y que ahora sí se advierte futuro. Después vendrán los grandes partidos, contra los mejores rivales y ahí se verá la medida de la recuperación. Los problemas no siempre desaparecen de un día para otro.
Mientras tanto, el equipo y la institución se recuperan de los vaivenes y la fe camina otra vez por Concha Espina. Benítez exigía un chotis milimétrico. Zidane permite que bailen rock.