La resaca del Real Madrid- Barcelona ha dejado muchos comentarios y de todas las direcciones. La lectura general se simplifica con una afirmación veraz, el Madrid fue mejor. Sin embargo, hay dos vertientes para analizar, la de cada equipo. En la acera del madridismo, reina la alegría por muchas cuestiones. Una, sin ir más lejos, porque el Bernabéu ha confirmado que le gusta el buen fútbol y Ancelotti se lo ha dado. Ha puesto a jugar a los mejores, a dos laterales rápidos y certeros, quizá los más de la liga española y dos centrales contundentes. Le dio la batuta a cuatro excelentes músicos, Kroos, Modric, James y la maravilla de Isco, que se salió con una actuación memorable y doctorado ante una afición tan exigente. Y dejó la tarea del gol a los especialistas. Benzema es gol y Cristiano es una fuerza de la naturaleza que, aun siendo de los menos destacados, encarriló la victoria de su equipo.
Carlo los dejó jugar a su aire, libertad para disfrutar. Y aún haciéndolo bien, las individualidades del Barcelona consiguieron adelantarse en el marcador y, de no haber mediado la santidad de Iker frente a Messi, bien habrían podido machacar el marcador en el primer tiempo. Jugada clave, a mi modesto entender, el paradón celestial de Casillas.
Luis Enrique nos dejó algunas dudas, como alinear a Luis Suárez sin ritmo, tras cuatro meses de falta de competición, la ausencia de Ratikic en el medio del campo y la de Jordi Alba en la parte izquierda de la defensa para utilizar un central zurdo en esa demarcación, Matthieu.
En mi opinión, el Real Madrid se ordenó con equilibrio y el FC Barcelona se desequilibró con desorden. La constante superioridad numérica del equipo local y su rápida remontada lo situó inmediatamente por encima de un equipo, el visitante, de enorme calidad pero también de profundos despistes tácticos en la libreta de su entrenador.
Los dos son grandes escuadras. Si uno deja jugar al otro, morirá. Y así sucedió. Xavi e Iniesta necesitan oxígeno para poder jugar. Antes, Pedro y Villa tapaban la salida de los contrarios, Fábregas cortaba en la primera línea del rival y los demás podían desplegarse. El Madrid fue mejor y también debe agradecérselo al rival, además de encumbrar a Ancelotti con todo merecimiento. El juego de toque hizo sonar los olés en el Santiago Bernabéu.