Si hay dos personas en la historia del Athlétic de Bilbao que me hayan llegado al corazón, esas fueron, entre los clásicos, Piru Gainza y Telmo Zarra. Con los dos tuve la suerte de gozar de cariño y amistad y de un trato exquisito. Con Gainza me iba de vinos por las calles de Bilbao, desde Poza hasta las noches campeonas de Mazarredo y con Zarra, la mejor cabeza de Europa después de la Winston Churchill, disfruté en las cabinas corridas de San Mamés y de su emotivo homenaje y de algunos paseos por Indauchu que serán para siempre memorables.
La noche de su homenaje me invitó a sentarme con Williams, el guardameta de la selección inglesa al que Zarra batió en Brasil, aquella tarde de 1950 en la que mi padrino Matías Prats cantó un gol para la historia. Guardo esa foto con amor y con sorpresa, (¿quién era yo para sentarme entre Zarra y Williams?), y recuerdo a Telmo con verdadera admiración personal y profesional. El mejor goleador de todos los tiempos nos dejó una impronta especial de buena persona y excelente futbolista.
A Carmentxu, su esposa, la conoció en un baile al que acudió lesionado. Se sentó, porque no podía bailar, y todas las chicas del guateque se fueron a la pista, todas menos ella. Y con ella se casó. Del mismo modo que se casó con la sencillez, con la normalidad, con los sentimientos de las calles de Bilbao y de toda España. Telmo forma parte del hacer de la España de su tiempo. Nadie superó sus seis trofeos Pichichi y sus cifras asustan todavía sesenta años después. Siempre lo recordaré como aquella tarde en lo alto de la Catedral, con su mujer y sus hijas, Carmen y Elena, caminando con suavidad, explicándose con certeza y claridad, hablando de fútbol y de la vida pasando su brazo por encima de mi hombro… Me quiso por ser hijo de su amigo Gaspar, igual que Piru Gainza.
Lamento su marcha con la esperanza de aquellos que amo, que nunca desaparecerán, que siempre estarán entre nosotros porque nos dejan tantos recuerdos y tanta obra bien hecha, tanta intensidad vivida… Lo más que se me ocurre es confesar sin ningún pudor que lo he querido mucho. Que Dios lo guarde junto a El, como a Matías, a Piru y tantos otros, que forman un gran equipo.