15 Mar, 2003

Marcos Vales: 17, impar y rojo.

Sevilla tiene algo que embruja, que hechiza. Será su arte, su gente, su clima, será su fútbol, la manzanilla fría que huele a Feria de Abril, la Semana Santa y la Madrugá. O todo junto. No sé lo que será pero los derbis sevillanos se me antojan maravillosos por el colorido, la pasión y la intensidad con la que se viven…todo el año. Porque viven para eso, para la noche contra el Sevilla, para la noche contra el Betis. Y, en medio de ese rosario de sensaciones, el fútbol une y separa en idénticas proporciones. En todas las familias hay béticos y sevillistas. El que no tiene un hijo forofo del rival, tiene un cuñado o un primo cuando no es la mujer o el marido. La batalla localista de la ciudad de la Giralda se suele saldar con un montón de fantasmadas a favor la semana antes y con cuatrocientos chistes en contra la semana después. El del domingo era el primer derbi después de la muerte de Luis Cuervas, persona y personaje a quien quise profundamente y al que echo mucho de menos. Y allí, entre olores a jazmines y azahares, entre la Macarena y la Esperanza de Triana, entre el Gran Poder y el Cachorro, entre Curro Romero y Juan Belmonte, como siempre, apareció un gallego. Marcos Vales salió y retorció el partido hasta darle la vuelta a favor de sus colores, sevillistas vestidos de rojo chillón, y le metió un gol al eterno rival que supuso la victoria y los cuatrocientos chistes con los que los de Nervión van a putear a los de Heliópolis durante los próximos meses. Marcos es gallego pero juega como un brasileño. Tiene toque, distinción, pase, internada por la banda (la derecha, preferentemente), tiene gol y olfato, es futbolista que intuye y sorprende, con una calidad difícil de superar y con una capacidad de esfuerzo que ha mejorado sensiblemente con el tiempo hasta rozar el límite. Con el “17” a la espalda, impar, y vestido de rojo, el coruñés atravesó el derbi sevillano como si hubiese nacido pegadito a la Torre del Oro, en las mismas orillas del Guadalquivir. Tiene por delante los mejores años de su fútbol. Todo un lujo. De arte.