La selección ilusiona, crea emociones, genera sentimientos y, sobre todo, no ha acostumbrado a ganar casi siempre. Grecia no me parecía, a priori, nada del otro mundo. Al menos, no le habíamos visto nada importante. A pesar de contar con un técnico alemán, funcionan con un fútbol rústico, primitivo y funcional. Marcajes individuales que ya no se llevan en un fútbol que España, a pesar de todo, no supo combatir. Grecia se creció ante una España cansada, trabajadora, asfixiada, peleona, sin suerte, fundida. Vi un primer tiempo meriniadamente razonable y una segunda parte sencillamente destartalada y carente de movilidad. Ni hubo anticipación ni desmarques. Y así, España alcanza un grado de dependencia excesivo del ‘7’ rojo, Raúl. No me gustó en absoluto ver a Valerón en el doble pivote, por detrás, muy por detrás, de su situación natural en el campo. Valerón hace daño cuando juega entre líneas y es capaz de enlazar pases mágicos a los puntas. Si juega en el círculo central, a veces por detrás de Marchena, resulta imposible que el grancanario luzca sus mejores galas. Si Iñaki Sáez se vio obligado a improvisar un centro de campo nuevo por las lesiones de Guti y Xabi Alonso, la verdad es que, a mi juicio, se equivocó. Los futbolistas de la ‘roja’ no están tan frescos después de una larga temporada compitiendo en todos los frentes y con una Liga que se apura hasta el último trago. Esa falta de gasolina, de frescura, de fuerza física, impidió que los españoles pudieran suplir con precisión y organización el alto esfuerzo colectivo de todo el año. No comprendo que Raúl Bravo, un año entero sin jugar en ningún sitio, siga siendo un empeño personal del seleccionador. Lo respeto pero no lo comparto. Creo que Bravo no está en condiciones de ser convocado para una selección como la española y lo digo con respeto. Por contra, Salgado es un correcaminos incansable, con sentido y con calidad. Lo más alarmante, España no puede vivir únicamente de Raúl. Morientes es un delantero a la antigua usanza, es decir, sin juego aéreo, sin balones a la ‘olla’, su fútbol se diluye. Me gustó Sergio, que aportó dinamismo, y una fe de la que la selección careció. Se me quedó carita de pena porque era una noche magnífica para asegurar la clasificación para Portugal 2004. En fin, en cualquier caso, el cielo puede esperar.