Arrigo Sacchi firmó la historia más bella del fútbol italiano. Si en aquel país parece que jugar al fútbol consiste en un constante intento de asesinato de la pelota, Sacchi rescató la belleza y la estética sobre la base de una sólida defensa. Lo que parecía imposible a los ojos del mundo se tornó espectáculo en aquel equipo armado por Arrigo, con un impecable Baresi, un jovencito Maldini, dos asentados Donadoni y Ancellotti y tres inspiradísimos Rijkaard, Gullit y Van Basten. Junto a Brasil-70 y al Real Madrid de Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento, lo más hermoso de la historia del fútbol.
Ahora, cuando lo vea el próximo miércoles sentado en el palco del Bernabéu, en el puesto que le corresponde por palmarés y por escuela, por edad y por misión bien diseñada, sentiré que algo me reconcilia con el buen fútbol, con el sentido común y con el criterio. La cantera, la preparación desde la base, el crecimiento de los chicos, la alimentación, los sistemas de entrenamiento, el seguimiento del primer equipo… Y todo eso con la firma de Sacchi junto a la de Emilio Butragueño, el emblema de una generación que causó impacto en el fútbol español.
El buen gusto y la armonía, el criterio y la planificación reunidas en un despacho. ¿Debo restregarme los ojos o, realmente, puede ser verdad que una idea idealizada se convierta en realidad? Veo a Butragueño con los galones bien puestos y en su sitio, veo a Arrigo Sacchi a su lado y el aire huele de pronto a un cambio definitivo a mejor en las estructuras del Real Madrid. Florentino suscribe esta noche un doble regalo de Navidad con sabor a futuro. Este empieza a ser el Real Madrid del siglo XXI. Al tiempo. I have a dream that one day…