¿Es posible, en verdad, decir algo nuevo, algo que no se haya repetido hasta la saciedad con motivo de otro “gran clásico? No sé por qué siempre es la primera jornada que busco después del sorteo del calendario. Bueno, sí sé por qué. Porque todos los años sueño con ese partido que marca la temporada, al margen de que llegue en un momento más o menos crucial del campeonato o más o menos endeble, según se mire, que suele ser esta vez, es decir, en el choque de la primera vuelta.
Para mí, este partido es único en sí mismo pues desarrolla todos los conceptos que requiere el fútbol para ser lo que es. Siempre hay un ambiente enfervorizado, siempre hay un especial interés y siempre hay un favorito, como sucede ahora. El favorito claro es el Barça. Ha jugado más y, sobre todo, mucho mejor que el Real Madrid en las once jornadas transcurridas desde el inicio de la liga. Y no deja de resultar curioso que una sola derrota del Barcelona y una sola goleada del Madrid hayan pretendido igualar el grado de favoritismo del partido.
A mí me da lo mismo quién parta con ventaja en las apuestas porque cuando el árbitro pite el comienzo todas las especulaciones previas se habrán terminado, yo empezaré a narrar como un poseso, como todos los años, igual que si me fuera la vida en el empeño (que no sé bien si me va) y cien mil culés chillarán más que yo para animar a su equipo.
Todos los años, los mismos seres humanos repiten su misma historia, yo mismo repito mi misma historia y vuelvo a soñar, desde julio, con que llegue ese día, que será además 20-N y, por ello, aniversario del Cochinillo. Del cochinillo de Figo, por supuesto. Y sólo sé que ese día todos tendremos un año más. El resto, ¿qué mas da?.