Estamos ante uno de los mejores entrenadores del fútbol español y, seguramente, con un amplio recorrido internacional por delante. A los talentos como él, el mercado europeo se los rifa y, dada la situación económica de nuestro balompié, será más que probable que cualquier club extranjero le oferte un contrato irrechazable.
He escuchado voces de crítica al juego del Real Madrid y pitos a los cambios, más que razonables y razonados, de Carlo Ancelotti, desmereciendo así un trabajo extraordinario de Marcelino García Toral. El Villarreal es un ejemplo de club en muchísimas cosas. Fernando Roig y José Manuel Llaneza han sido precursores en las inversiones correctas, en los criterios adecuados y han dado una gran lección al fútbol mundial.
Han controlado los mercados más interesantes y si no han fichado a Robinho o Kun Agüero, por citar casos ciertos, fue porque los grandes triplicaron las ofertas, que para eso son grandes y son ricos.
Marcelino es un hombre humilde, sencillo y trabajador hasta la última gota de su sangre, honesto, de los que no abundan. Vive por y para su club, mete tal tensión que hasta las secretarias se ponen firmes cuando entra y no persona un despiste. Exige la máxima concentración y lo hace con educación y buenos modales. Creo que su equipo y su club han dado con las claves acertadas para navegar en el fútbol español con las mejores garantías y, aunque no conozco todavía a la familia Roig que viene detrás del gran Fernando, admiro la continuidad del criterio empresarial conjugado con el espíritu del fútbol.
Marcelino es un entrenador que brillará siempre. Que nadie desprecie a su equipo por ser modesto.