¿Qué puede llevar a un deportista de talento universal a cometer una acción tan antideportiva que merezca ser reprobada por todo el mundo? ¿Qué pudo pasar por la cabeza de Valentino Rossi para soltar su pierna contra la moto de Marc Márquez? No sé si la tensión acumulada, si el resentimiento crecido por el paso del tiempo, si la insoportable realidad de no ser el número uno permanente del escalafón o, incluso, el odio que generan la rabia y la impotencia de verte superado por un niño que hace pocos años le pedía autógrafos y se hacía fotos con él, con su gran ídolo.
Escribo estas líneas sin que, hasta el momento, haya aparecido una palabra de disculpa, una petición de perdón, una frase que reconozca un actitud fuera de lo común e impropia, además, de una gran estrella del motociclismo. La patada de Rossi al Mundial ha sido estrafalaria, hortera, ordinaria, soez, una patada al deporte y a la deportividad, una acción que merece más castigo del que han previsto para él.
Conviene tener presente que estos pilotos de fama planetaria suele ser, como Valentino para Marc, ejemplos a seguir, modelos a imitar por las nuevas generaciones que ven en ellos el espejo en el que verse reflejados. Me planteo qué pudo transitar por la mente del Doctor y, al mismo tiempo, reflexiono sobre lo que habrá pensado Márquez al ver que su ídolo lo ha despreciado y ha pretendido sacarlo del circuito con una acción despreciable. ¿Se ha caído un mito?
Cuando el maestro no sabe entender el desarrollo brillante de un discípulo, cuando el mentor no acepta que detrás vienen mentes más sabias que la suya, cuando el profesor no acepta que el alumno usará los conocimientos que le aporta para superarlo y crecer, pierde la esencia de su grandeza. Conocí a un maestro hace años que un día decidió quitar de en medio a un alumno. Me consta que lo consiguió, aunque no como deseaba. Y todavía hoy pienso si le mereció la pena ser tan miserable, en lugar de verlo crecer y presumir de que él había sido capaz de enseñarle lo que ahora sabe. En todas partes, hay mentes enfermas y, en general, suelen morir de esa vieja dolencia que muchos hombres no superan nunca. Se llama envidia. Y creo que Rossi ha sufrido de ella con Marc.