El fútbol profesional sufre su pésima gestión, abocado a la desaparición de varios clubes. Estos suplican un Real Decreto para vender los derechos audiovisuales colectivamente y que el Gobierno determine el reparto. La cuestión es que gran parte de los clubes están arruinados y su patronal, la LFP, ha precocinado una pizza al gusto de Tebas y de Cardenal (extraños compañeros de cama, vive Dios). Negocio para el Consejo, descubrimiento del supuesto El Dorado por parte de Cardenal (cualquier día vuelve a descubrir la penicilina) y negocio para la Liga y los grandes clubes. El fútbol aficionado queda enterrado debajo de la masa de pizza.
Con el plato preparado y cuando solo faltaba hornearlo, un año y medio más tarde, llamaron a la RFEF. Si la pizza no se cuece a tiempo, la culpa será de Villar. Descubren con su estrategia que el fin perseguido es el fracaso del Real Decreto y, de paso, atropellar al presidente de la RFEF. Lo cierto es que no se atreven a decir la verdad a los clubes del G-30 y responsabilizan a la RFEF, con una traición satanizada. Tebas y Cardenal no ganarían nunca Máster Chef: llevan un año y medio para calentar una pizza.
Mientras tanto, Wert espera en la cocina, como si tuviese apetito. La LFP torea a sus propios miembros, pretende machacar a la RFEF, que el ministro firme lo que no quiere firmar y, si algo sale mal culparán a Villar. Ignoran que Villar ya aprobó este acuerdo en 2009 y en 2015 y que los arruinados son ellos. No engañan ni a los tontos. Bueno, a los tontos, sí.