Hace apenas una semana Marc y Pau aparecían en los televisores de medio mundo para inaugurar el partido de las estrellas de la NBA, una foto que, a falta de la olímpica, debería presidir la Real Federación Española de Baloncesto junto con la de los campeones del mundo en 2006 y el primer oro europeo de 2009. Apenas cuatro días más tarde la ACB volvía, una vez más, a convertir en semiclandestina la competición más atractiva fuera del universo yanqui, la Copa del Rey.
El reparto de derechos entre la televisión pública estatal y las autonómicas que aún ofrecen el evento pese a los recortes presupuestarios ha dejado a dos velas a medio país al escatimarnos tres de los siete partidos disputados. Después de tantos años nos sigue pareciendo inconcebible que los dirigentes de la patronal de clubes sigan sin sacar rentabilidad a este evento que reúne en cuatro días a lo mejor de la segunda liga del planeta. Pese ante todo esto, pese al desequilibrio económico entre los dos grandes y el resto, pese a la ausencia de sorpresas, la Copa nos enganchó una vez más.
La foto de familia de este año mostró dos imágenes nítidas de cara al final de temporada: por parte de los aspirantes, Bilbao Basket y Joventud han mostrado sus serias limitaciones a poder dar un susto a alguien en las eliminatorias por el título, mientras que el vigente líder de la liga, el Unicaja de Málaga, pese a contar con el, para mí, mejor entrenador del país, sigue careciendo de ese jugador determinante que marque la diferencia y el rumbo al resto de sus compañeros: un equipo sólido, equilibrado, pero con escasa capacidad para ganar tres partidos en los cruces con los grandes; y por el bien de todos ellos, espero que no estén pensando en la carta de libertad de Víctor Claver.
Por parte de los favoritos, Real Madrid y Barça siguen confirmando que las opciones por conseguir el título de liga pasan por el estado de sus jugadores más que por el papel que puedan desempeñar sus técnicos, aunque paradójicamente el futuro parece presentarse algo más oscuro para los recientes campeones: mientras los blaugranas miran con optimismo el crecimiento de su plantilla, los refuerzos blancos de este año aportan poco a la columna vertebral del año pasado: el equipo llegará a donde los Sergios, Rudy y Felipe sean capaces de llevarle; desgraciadamente, un equipo, al igual que la Copa, a media luz.