(Hace dos años, el 24 de Junio, Gaspar publicó este gran artículo en “La Razón”)
Una parte notable del periodismo deportivo se está llenando de rencor. Ya no escriben para buscar la verdad y contarla bien mediante un procedimiento ético sino con la preocupación única de agradar o molestar a sus conocidos dentro de cada causa. No importa si un futbolista es bueno o no lo es, lo que seduce es satisface r al confidente, al presidente del club o al agente de turno o al propio futbolista. Hay ocasiones en las que me parecería más honrado firmar con el nombre del dirigente o del futbolista que con el del periodista.
Del mismo modo, ocurre también en otros sectores de la información donde priva más el daño que se pueda causar a quien representa la postura contraria que el beneficio a aquel que, a nuestro juicio, ocupa la posición correcta.
Personalmente, creo que el odio y el rencor nacen de un egoísmo desmedido que perjudica gravemente la convivencia y que daña mucho más a quien lo ejerce que a quien lo sufre en sus carnes como consecuencia del atacante viciado por la envidia.
También procede el odio del fracaso de cada uno en intentar arrimar ciertas ascuas a su sardina, después de sentirse uña y carne con aquel a quien no pudieron usar. Cuando alguien falla, por no prestarse a tan absurdo juego, se le paga con deslealtades y traiciones, con informaciones tergiversadas y opiniones interesadas, opiniones a sueldo de la sinrazón.
Amo el periodismo limpio y sano, constructivo, ético, independiente, y objetivo en la medida de lo posible. Lo malo es que hay días que no lo encuentro casi por ningún sitio. Ejemplos negativos hay mil.