En el mundo del deporte, los dirigentes tienden a prolongar sus periodos de tiempo en lugares de responsabilidad. Y ello obedece a varias y variadas razones que escapan, en ocasiones, al juicio justo de los aficionados y de los especialistas. El periodismo, de unos años a esta parte, se mueve más por afinidad e intereses de parte que por la búsqueda la verdad. Quiero transmitir con esta teoría, con esta idea, que se suele buscar la paja en el ojo ajeno y se esconde sin pudor la viga en el propio.
En primer lugar, nunca hubo mucha gente que quisiera asumir la responsabilidad de clubes o federaciones en quiebra. Y los que han hecho ese esfuerzo o han alcanzado esa vocación, se han quedado en un trabajo que les gusta y que se somete a votación cada cuatro años, por regla general, unos por asociados, otros por accionistas.
Contamos con algunos ejemplos cercanos y otros más distantes, en relación al tiempo de permanencia en los cargos. Pepe Sáez lleva once años al frente del baloncesto, José María Odriozola treinta y dos en el atletismo, y Samaranch fue presidente del COI durante veintiún años. Vicente Calderón presidió el At. Madrid durante veintiuna temporadas, Núñez dirigió el Barca veintidós años, Jesús Gil y los trece de Enrique Cerezo-Gil Marín suman veintinueve, y el gran patriarca del Real Madrid, Santiago Bernabéu, fue presidente treinta y cinco años.
Nunca escuché ni leí a ningún periodista decir que había que echar a Bernabéu, Calderón o Samaranch por perpetuarse como presidentes. El periodismo tiende a machacar presas fáciles a las que casi nunca derrota. Con las fuertes, pocos se atreven.