Quienes me conocen saben que raramente hablo de política, quizás con los muy íntimos y en contadas ocasiones: la vehemencia al defender tus convicciones pueden llegar a tener que pagar facturas que, según vas cumpliendo años, comprendes que no merecían la pena, cosas tales como dejar de hablarte durante un tiempo con personas muy allegadas o que surja en una relación de amistad la mala hierba del resquemor. Aunque política y sociedad estén estrechamente ligados me limitaré a hablar de la segunda, de esta sociedad española que nos ha tocado vivir, en la que indefectiblemente tenemos parte de culpa de lo que en ella acontece: y he de decir que me duele esta sociedad.
Me duele esta sociedad en la que diecinueve miembros del equipo y de la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales (FEDDI) iban a ser juzgados por falsear documentación y participar en los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000: diez de los doce jugadores que finalmente ganaron el oro en baloncesto aquel año eran personas sin ningún tipo de discapacidad que, amparados entre otros por el entonces presidente de la FEDDI, pudieron perpetrar esta villanía.
Me duele esta sociedad en la que sus leyes han permitido que este caso llegue ¡trece años! después de acaecidos los hechos.
Me duele esta sociedad en la que sus leyes posibilitan que finalmente el juicio no se celebre porque haya habido un pacto para declarar como único culpable al ex presidente de la FEDDI, Fernando Martín Vicente, y librar de cualquier pena al resto de encausados.
Me duele esta sociedad en la que sus leyes impidan que sepamos el nombre completo y su aspecto de todos los encausados (excepción hecha del periodista que destapó la trama), personas que con su actuación han usurpado el protagonismo, el derecho y el premio de poder competir, sentirse plenamente partícipes de la sociedad en la que viven, a quienes por su discapacidad lo tendrán siempre un poco más cuesta arriba que el resto de nosotros. Y me duele especialmente este hecho porque esos personajes que han demostrado tener tanto estómago para cometer esta infamia quizás llegarían a tener algún tipo de castigo al ser reconocidos por sus vecinos, por sus compañeros de trabajo, por sus amigos.
Aunque no era mi intención, de verdad que en ningún momento quise hablar de política… no volverá a pasar.