Hemos asistido a un Campeonato de Europa de baloncesto lleno de emociones, de incertidumbres y de grandes alegrías, con un final apoteósico a cargo de una generación de deportistas ejemplares en su profesión y en sus conductas personales. Hemos visto líderes en el parqué, como Pau Gasol o Felipe Reyes y otros como Juan Carlos Navarro, que han sabido tirar del carro desde fuera.
Ha sido un espectáculo maravilloso, repleto de buen juego, excelente baloncesto, impecable conducción técnica, táctica y psicológica de Sergio Scariolo y un equipo y una afición de gente bien educada. Hemos sido testigos de una verdadera exhibición de deportividad, de unidad en los momentos más complejos, de solidaridad y de una enorme generosidad, consciente de sus responsabilidades y de sus opciones. Pudimos comprobar que este equipo siente un extraordinario orgullo de pertenencia a la Selección Española; orgullo, en fin, del país al que representan.
Ahora, que leo con tristeza a bailarines y gentes del cine o el teatro, que proclaman con orgullo que no se sienten españoles, no será la humildad de esta pluma la que vaya a discutir con falsos molinos de viento que soplan, cual veletas, a conveniencia de la subvención que más calienta.
El baloncesto español ha sentado en sus butacas, sillas, sillones, taburetes de bar o ha enganchado a las barras de cientos de cafeterías a muchos miles de personas, que amamos este país nuestro y nuestros referentes dentro del deporte.
Como era de esperar, los políticos, enzarzados en una batalla campal por las próximas elecciones autonómicas, han salido corriendo a proclamar sus felicitaciones por el triunfo de la España canastera y gasoliana, de esa España que pone alegrías donde otros ponen problemas, donde esos mismos políticos llenan las cestas de dificultades. Y la gran noticia es que Gasol es español y catalán, como si alguien hubiera pensado antes que teníamos un ruso estepario.
El deporte ofrece muchas veces una cara amable que no es preciso destruir sobre la base de mezclar intereses políticos. Todos los partidos se han subido al carro de la victoria pero cuando venimos derrotados y con el rabo entre las piernas, el aeropuerto se convierte en el desierto del Gobi. Antes del partido, la periodista de Tele 5, para rematar la faena, trató de tú a Felipe VI, terminando así con siglos de protocolo. Como si SM el Rey fuera un coleguita.