Más de una década después vamos a poder disfrutar de una final plenamente española en la Liga de Campeones y, además, el Sevilla disputará al Benfica la Europa League, una triple presencia que plasma el buen momento por el que atraviesa nuestro fútbol y que, inevitablemente, nos pone los dientes largos pensando en el próximo mundial a celebrar en Brasil.
Atlético de Madrid y Real Madrid han conseguido trasladar su particular duelo en la liga española (con permiso del Barça) a Europa: los colchoneros llegan invictos a la cita en Lisboa, algo creo que inédito y que define con contundencia el juego practicado esta temporada por los chicos de Simeone, con pocas fisuras en defensa y un ataque efectivo que, aunque tenga en Diego Costa su mascarón de proa, este no explica por si solo el éxito ofensivo del equipo. Por parte merengue, su paso por la competición se ha ajustado más a la normalidad y, salvo el borrón del partido de vuelta en Dortmund, los méritos contraídos le han llevado con justicia a la final. En el caso del conjunto hispalense, la suerte de un gol conseguido en el último suspiro ante el Valencia le ha permitido optar a su cuarto título continental en menos de diez años, aunque su falta de consistencia este año puede complicarle alcanzar el triunfo ante el rocoso equipo portugués que cuenta entre sus filas con una joven realidad nacional, el delantero Rodrigo, un jugador que me encanta y del que espero su debut con la selección absoluta con impaciencia.
Con estos mimbres sería fácil dejarse llevar por el optimismo de cara a la cita mundialista del verano, pero aun partiendo como uno más de los candidatos claros al título debemos tener muy presente la diferencia entre clubes y selecciones, momentos de forma y escenarios, para no volvernos locos y pensar que, siendo españoles los clubes que han dominado este año en el viejo continente, podemos extrapolar sus resultados a la roja: creernos el ser “primus inter pares” nos conduciría sin remedio al fracaso.
Quisiera terminar estas líneas con un recuerdo emocionado a Tito Vilanova: la frase que lució como emblema los últimos meses de su vida, “seny, pit i collons”, frase que podríamos traducir elegantemente como “sentido común, fuerza y determinación”, debemos entenderla y hacerla nuestra para animar y ayudar a afrontar esa cruel enfermedad a todos aquellos (en realidad todos nosotros) que han luchado y luchan por vencerla, un corolario vitalista y alentador que deberíamos adoptar como postura vital; Tito, por nosotros que no quede.