Cuando el fútbol televisado era una excepción, los narradores de radio eran nuestros héroes.Gaspar Rosety era más que eso. Gaspar era un superhéroe. Gaspar era el mejor. Gaspar era un periodista al que todos, de chicos, quisiéramos dedicarnos o no a la comunicación, imitábamos mientras jugábamos una pachanga en el parque. Porque nadie cantaba los goles como lo hacía Gaspar.
Cuando no se televisaban los partidos, bastaba con encender la radio y escuchar a Rosety para verlos en HD, porque los pintaba mejor que nadie. El gol de Mijatovic, la volea de Zidane, los fracasos (muchos) y los éxitos (pocos) de la selección, Peter Pan Julen Guerrero, el gol de Nayim que recordaba en su último tuit…
Rosety tenía todo lo que debe tener una narrador, aunque destacaba en lo fundamental: el ritmo y la pasión, la definición misma del fútbol. Jose María García, Jose Manuel Estrada, Domingo Balmanya, el propio Gaspar… Me salen de carrerilla los nombres de aquel inolvidable equipo de radio con el que tantos crecimos. No sé si aquella radio era mejor que la actual y, en realidad, importa un pimiento. Pero fue mi radio, de la que intenté aprender y forma parte de mi educación sentimental.
La radio nos acompaña mientras cocinamos, conducimos, paseamos… incluso dejamos que nos hable al oído cuando vamos a dormir. A la radio le abrimos todos los rincones. A Gaspar Rosety le abrimos también nuestro corazón. El suyo, enorme, se detuvo en la madrugada del pasado sábado. Y hoy estamos un poco jodidos.
6 de marzo, 2016.