Era un volcán de vida que estallaba cada vez que le abordaba un amigo. Un físico portentoso con una voz de las denominadas radiofónicas. Era el rugir de un león del norte, que sólo se amansaba con su esposa, Adela, y sus hijas. Gaspar Rosety(1958-2016) era la voz profunda de la experiencia y de los que han recorrido mucho camino con grandes alegrías y algunas decepciones.
Cuando yo conocí a Gaspar ya no era Gaspi, un muchachote pelirrojo que alternaba en su rostro suave la mirada pícara y la sonrisa mitad ingenua, mitad socarrona, entusiasmado con la radio y los goles. Fue un torbellino que recorría las tardes del domingo relatando las mejores jugadas y cantando los goles decisivos del partido de la jornada. Ya era el hombre que había dejado atrás miles de horas de radio, cientos de consejos a dirigentes futbolísticos y kilómetros cúbicos de deseos para quienes ya eran su nuevo proyecto: sus hijas.
Quienes conocieron a Gaspar Rosety saben de su espíritu de bondad, generosidad y permanente disposición a ayudar. Quienes le conocieron nunca vieron en él un atisbo de rencor o de venganza. Y no porque algunos de sus compañeros de viaje hubieran siempre respetado su ‘terreno de juego’. Recibió entradas en plancha, zancadillas y agarrones como buen delantero de la radio y, en ocasiones, desde su mismo equipo. Sin embargo, él sufrió una amnesia total y jamás utilizó esas cartas para dejar en evidencia a quienes luego han llorado su muerte como las mejores plañideras.
La etiqueta de ‘hombre bueno’ se cuelga con demasiada frecuencia a quienes nos dejan. En el caso de Gaspar Rosety podría ser la definición exacta que aprobarían todos los académicos de la RAE. Su Wikipedia, larga y profunda, lo marcó el fútbol: como “notario de la actualidad” en la radio, como consejero de comunicación en el Real Madrid y en la Real Federación Española de Fútbol, como profesor de laUniversidad Europea de Madrid y como asesor deportivo en el prestigiosodespacho de abogados Medina Cuadros, algo que le apasionaba cada día más. Aportó solidez y calidad a cuánto tocada y descuidó su ambición porque creyó que bastaba con hacer las cosas con honestidad y sin meter codazos.
La semana previa a su muerte comimos en otro de sus ‘terrenos de juego’: ‘El Pimiento Verde’, junto al Mercado de San Miguel, en Madrid, cuyo propietario, Sito Tejeiro, era un encandilado admirador de Gaspar Rosety. La verdad es que se admiraban mutuamente. Tardes de concierto en el Auditorio Nacional de Madrid, organizadas por Sito; y noches de alcachofas, vino y canto de las que era difícil retirarse.
Con esa filosofía de vida -la de disfrutar de sus placeres: amigos, trabajo, familia y celebración- Gaspar Rosety construyó su mundo con la compañía de Adela Reina, su esposa. Vio pasar ante él todo tipo de personajes sin que él perdiera la compostura y defendió a aquellos que estimaba honestos y comprometidos con la causa del fútbol profesional. En torno a la Peña Periodística que lleva su nombre se juntaron los mejores profesionales del periodismo deportivo y por allí pasaron sus máximos dirigentes. En el Asador Donostiarra, lugar de los encuentros, Gaspar Rosety ya tiene su rincón póstumo, con un retrato desde el que nos mira con ganas de bajar y sentarse a nuestro lado.
Hoy hay un vacío en los asientos que fue ocupando por todos los estadios de España, en las emisoras que contaron con su voz, en los aviones con los que cruzó el mundo, en los sillones de los despachos que escucharon sus exposiciones y argumentos, en los restaurantes que fueron testigo de sus almuerzos y cenas, pero, sobretodo, en los corazones de quienes le quisieron.
16 de Mayo, 2016.