6 Jun, 2016

“Gaspar Rosety”, por José Luis Corrochano.

Escribo esto más que nada por desahogo. Lo escribo para resaltar que se ha ido uno de los grandes de la radio, uno de los pocos que fue capaz de provocar en el que le oía “yo quiero hacer lo que él”. Escribo porque he visto a la gente que se dedica a contar historias con los ojos brillantes, he visto llorar como un niño a Julio Pulido recordando lo que le ayudó a ser periodista cuando tenía dieciocho años, porque he escuchado a Herráez como le producía los programas de los viernes y porque sé que Miguel Ángel Méndez y Arancha Rodríguez se dedican a esto por él. He visto llegar a Pedro Ruiz sin querer decir una palabra, con lo bien que las utiliza, y a Brotons saber que se le va un trozo de vida. Y a Carlos García Hirsfeld, a Chiflis, despidiendo a un gran amigo. Y he visto a la gente que hizo grande a Antena 3 Radio hablar como si esa emisora siguiera sonando, la que hizo eterno a Rosety. He escuchado a Rafa Cerro contar su última comida con él, este martes o miércoles pasado, y lo ha retratado. Y he visto a los que llevan su apellido, a Manolo, a Patricia y Ricardo, llorar al hermano y al tío, pero también al genio de la radio.

Cartel promocional de Radio Voz.

Cartel promocional de Radio Voz.

Gaspar fue mi jefe, aunque ante esa llamada repitiera constantemente que “jefes tienen los indios”, compartí micrófono con él cuando me quedaba corto en saber lo que representaba para la comunicación y para el fútbol, hoy ya no tengo dudas, y en los últimos años fue mi amigo y me demostró muchas veces su cariño profesional. Gaspar ahora daba clases en la universidad y me invitaba a hablarle a sus alumnos. Curioso, porque me pedía contar cosas que había aprendido de él. No es ni mejor ni peor, pero la realidad es que pertenecía a una forma de hacer periodismo que empieza a estar en desuso. Gaspar, recordaba Arancha, echaba broncas, muchas, pero hacía periodistas.

Gaspar no se alejó nunca del periodismo y menos de los que lo hacen e insistía en reunir a un grupo de comunicadores y otras cosas cada mes y medio en el Asador Donostiarra. Las montó con Hirsfeld y allí, por ejemplo, se lió una buena cuando Cerezo recibió el regalo de una camiseta del Real Madrid junto a Villar, que ayer estaba el primero en el tanatorio para despedir a un amigo. El dos de febrero nos juntamos otra vez, sin saber que sería la última, y para el recuerdo queda su mirada viendo que era capaz de juntar alrededor de la mesa a sus amigos. La verdad, fue un regalo.

6 de marzo, 2016.