Al morir el periodista Gaspar Rosety me acordé de las tardes balompédicas, radiofónicas y dominicales de mi adolescencia. Hay muertes que no nos pueden resultar ajenas y que nos remiten a una niebla pasada pero que de pronto regresa con una intensidad inusitada.
En la sociedad del espectáculo de nuestros días el periodismo deportivo ha degenerado hasta límites insospechados. Compárese Gaspar Rosety con el periodismo circense y narcisista de Manolo Lama o de Tomás Roncero y de ese modo constataremos la decadencia tristísima de ciertas formas y ciertos modos que trasmitían lo que acontecía en un partido de fútbol con pasión pero con cierta ecuanimidad. Lo que se llama ser profesional de un medio, de un trabajo, de un oficio, ni más ni menos.
Las gestas de la Quinta del Buitre no hubiesen sido iguales sin un narrador de excepción como era Gaspar Rosety, voz de un tiempo radiofónico, voz legendaria de una radio deportiva que lideraba José María García. Yo habité aquellos días de gloria en los que Gaspar Rosety cantaba al fútbol como se cantaría a la vida, años ochenta de balón al pasto, de Emilio Butragueño congelando el tiempo en el área rival, del estilista Rafael Martín Vázquez bajando el cuero a la hierba, de Michel centrando al área con su precisión característica, buscando con la mirada la posición del mexicano Hugo Sánchez. También aparecía de vez en cuando un crepuscular Juan Gómez Juanito, al que Rosety apodaba supersónico como Santillana era el puma, subrayándose su condición depredadora en el área.
Son estampas de tardes de fútbol en transistores, de mi padre escuchando a Mozart y yo -en la otra punta de la casa- cantando con Gaspar Rosety los goles del Madrid en el Bernabeu mientras repasaba morosamente la lección. Vísperas de lunes de colegio, de ecuaciones y oraciones subordinadas, de amores nacientes y poemas escritos a escondidas. En ese paisaje vital se colaba la voz y el estilo inconfundible de Gaspar Rosety -muchas veces plagiado- que es la memoria misma de un tiempo que hoy he sentido un poco morirse.
Quizá usted que me lee no me comprenda, pero yo sé de lo que estoy hablando y sé que hay muertes que nos conciernen, que llaman a nuestra puerta, que en cierto modo nos hacen volver a un espacio inexistente en el que nos buscamos y ya no nos encontramos. Cuando la vida por vivir era larga y no se acortaban los plazos y José María García daba paso a Gaspar Rosety en Antena 3 Radio y un cajón no encerraba en su interior las pruebas inapelables del paso del tiempo.
6 de marzo de 2016