No sabría decir exactamente cuándo te escuché por
primera vez. Fue seguro en mi más tierna infancia. Soy
un enfermo del fútbol desde que apenas levantaba un
palmo del suelo y no dudaba en engancharme a la radio
para seguir la actualidad de este maravilloso deporte.
Fue ahí cuando entraste en mi vida. Para no marcharte
nunca más. Con tu Voz -sí, en mayúsculas-, tus narraciones
épicas o entrevistas en los diferentes medios que
tuvieron el privilegio de tenerte en sus filas, me hiciste
soñar con conocerte algún día y unirme al mundo del
fútbol. Y, por increíble que parezca, los sueños se cumplen:
conseguí las dos cosas.
¡Cuántas tardes de domingo pegado al transistor! ¡Cuántas
madrugadas trasnochando sólo para escucharte! Te
aseguro que han sido incontables. Fue entonces, con
esas vivencias radiofónicas de juventud, cuando me
llegaría también la pasión por esa maravillosa materia
que es el Derecho Deportivo. Y ahí tuve el privilegio de
conocerte, de empezar a compartir muchos momentos
juntos. Ello originó una gran amistad. De otra manera no
podía ser.
Siempre admiré tu interés por sumergirte en el mundo
jurídico-deportivo y por tratar de comprender su complicada
realidad, sobre todo en lo que a nuestro querido
fútbol se refiere. Por las malditas vicisitudes que a veces
nos depara la vida, se perdió un gran Abogado del
Estado –lo que te hubiera gustado ser–, pero sin lugar a
dudas ganamos al mejor narrador de la historia de este
país y, años después, a un grandísimo jurista deportivo.
Incontables han sido también las conferencias, clases,
ponencias, mesas redondas, debates y congresos que
hemos compartido. Te recuerdo siempre en primera fila,
interviniendo con tu experiencia y mejor sentido común,
y, lo que resulta más difícil, proponiendo soluciones y
tendiendo puentes a las discrepancias. Puedo decir, sin
miedo a equivocarme, que en muchas ocasiones tu criterio
incluso era mejor que el del ponente de turno, por
mucho prestigio que tuviera.
Tampoco olvidaré esas charlas, alrededor de una copa
de Cepa 21, bien en el Txistu, en De María o en el Asador,
en las que nos enamorabas hablando de fútbol, de
derecho, de periodismo o de la vida. El tema era lo de
menos. Lo importante era la pasión, la experiencia y el
conocimiento que ponías en ellas. Daba igual que hablaras
de radio o de los derechos de televisión, del Real
Madrid, de nuestra Selección, del Sporting de Gijón, de
Julen Guerrero o de Butragueño.
Nunca olvidaré tus llamadas, tus consejos ni tu desinteresado
apoyo. “¿En qué te puedo ayudar, doctor?”,
me decías nada más descolgar el teléfono. “¿Qué pasa,
doctor, es que estás cambiando de amigos?”, eran tus
primeras palabras cuando te devolvía una llamada que
no había podido responder. Y entonces teníamos que
vernos de inmediato…
Tendré siempre también presentes aquellos congresos
jurídicos en los que todo el mundo terminaba cantando
“¡Gaspar Roseeetyyy, lolololo, Gaspar Roseeetyyy, lolololo!”.
O el orgullo que me hiciste sentir al pedirme que
redactáramos esa tesis que algún día terminaremos, te
lo prometo. Como también prometo cumplir ese pacto de
graduarnos mutuamente en Periodismo y en Derecho.
Nunca olvidaré que estuviste a mi lado el día más importante
de mi vida, ni la insistencia para participar en las
últimas reuniones de esa gran –y hoy huérfana– familia
que es la Peña del Asador. Ni tampoco tu fascinación y
admiración por Adela, tu mujer, ni el orgullo y cariño que
tenías hacia tus hijas.
Gaspar: eras un grandísimo periodista y jurista, pero por
encima de todo eras un Maestro –también con mayúsculas–.
El mejor que alguien puede tener. Fuiste un amigo,
un padre, un consejero, un hermano. Fuiste sobre
todo un buen hombre. Gracias por estar siempre a mi
lado. Por ayudarme, por escucharme, por darme siempre
los mejores consejos, por ofrecerme tu tiempo y,
especialmente, por abrirme tu enorme corazón sin pedir
nunca nada a cambio. Gracias por todo lo que me has
enseñado.
Como dice Jean Jaurès, “no se enseña lo que se quiere
ni lo que se sabe, sino que se enseña lo que se es”. Gracias,
Gaspar, por haberme enseñado lo que eras.
Ahora que te has ido, sólo te pido que sigas narrando
los partidos desde el cielo con tu Voz y estudiando esa
fascinante materia que es el Derecho Deportivo…
18 de Mayo, 2016.