Hace casi nueve años escribía para esta página un homenaje a un grupo de periodistas que, de alguna forma u otra, eran los culpables de mi afición por la radio; sin Vicente Marco, sin Héctor del Mar, sin José María García y, ante todo, sin la pasión que me inoculó mi madre, fiel oyente de radio, yo no estaría aquí.
Gaspar Rosety fue sin lugar a dudas el legítimo heredero de esta estirpe, no solo por su estilo narrando partidos, reconocible en muchos de los periodistas actuales, también a la hora de conducir programas nocturnos: recuerdo especialmente su discurso de presentación en Radio Voz, resumen de su trayectoria hasta ese momento, de su visión del periodismo deportivo, de su actitud ante la vida; si fuera posible recuperar, en estos tiempos de internet, aquel audio, estoy seguro que se convertiría en un texto de cabecera para las facultades de periodismo.
En todos estos años siguiendo a Gaspar solo tengo tres espinas que, por culpa de la vida y sus circunstancias así lo han querido, desgraciadamente ya no podré quitarme: la primera de ellas es no haber podido juntar a Gaspar y a mi madre, gran admiradora suya: cuando le conocí personalmente mis padres ya eran muy mayores y Gaspar ya había dejado la radio activamente, resultaba imposible invitarles a la realización de uno de sus programas. La segunda espina fue no tener grabado el Gol de Iniesta con su voz: al finalizar aquel Mundial se distribuyó por la red un audio con la jugada narrada por las diferentes emisoras de radio españolas, un audio que me gusta escuchar habitualmente porque te levanta la moral. La tercera espina es que Gaspar no haya tenido en estos últimos años esa oferta que le hubiese motivado para volver a la radio, a su radio.
Hoy es un día triste, para hincharnos a llorar, pero por respeto al propio Gaspar, por su carácter, por su palabra, a partir de mañana mismo el mejor homenaje que podemos hacerle a él, a su voz, a su obra, es afrontar la vida con la misma pasión que él derrochaba: el recuerdo de su palabra, sonido Menayo por supuesto, nos acompañará siempre.
6 de marzo de 2016