Los ‘quemeros’ idolatran
aún hoy, transcurrida una eternidad, al inolvidable ‘Ringo’ Bonavena, el hombre
bonachón y fanfarrón que se hizo grande desde su humildad a base de golpes y
puñetazos dentro y fuera de un cuadrilátero. Una estatua, de tres metros y
medio, lo recuerda frente a la sede de Huracán. La copla que habla de ese amor
imperecedero recorre Parque Patricios y todas las plateas del estadio del
‘Globito’, el Tomás Adolfo Ducó, el popularmente conocido como ‘El Palacio’. La
liturgia argentina es diferente a la del resto.
Pero Huracán y por
extensión Parque Patricios es mucho más que una copla dedicada a un ‘quemero’
egregio y de a pie. Huracán y Parque
Patricios desprenden olores que te sumergen en la poesía, en el tango y en el
olor a glicinas de los patios del barrio Sur. Parque Patricios te adentra en
los amores de juventud y también en los amores velados de la madurez cautiva y
a la vez furtiva. Los quejidos lastimeros y abisales que surgen de dentro de ti
los transforma el tango en puro deleite para tus oídos y por extensión para tus
sentidos. Carlos Gardel iba a Parque Patricios a ensayar, allí encontró el
mejor de los acomodos para darse y ofrecerse al mundo en ese ritual sin
parangón que representó su cante. Y por ese lugar también se pudo ver a Enrique
Santos Discépolo, aquel que afirmó que el tango “es un pensamiento triste
que se baila”. ¿Bailas conmigo, tristeza?
Y ocurrió que en paralelo
a todo ello surgió de manera espontánea y afín al momento que le tocó vivir
otra gran expresión estética que aún hoy, transcurrido el tiempo, se recuerda
con sublime agrado. 46 años han pasado desde entonces, 46 años de andar y
desandar, de subidas y bajadas, de idas y venidas, 46 años de amortajar a
algunos y ‘empañalar’ a otros. Dos vidas en una; y entre medias el
Metropolitano del 73. Aquel Campeonato, aquel título lo ha representado todo
para el ‘Globito’ y sus incorregibles e incondicionales ‘quemeros’. Huracán,
considerado en una encuesta del 2009 hecha por el Diario ‘Olé’, el sexto grande
se entregó al éxtasis en aquel Campeonato que representó su puesta de largo en
la alta sociedad futbolística argentina. Del 2 de marzo al 30 de septiembre de
1973 los jugadores dirigidos por un neófito, por entonces, César Luis Menotti
se coronaron campeones por quinta vez en su historia, y por primera, y única,
vez en el profesionalismo.
Aquel equipo, construido,
forjado dos años antes, con la llegada del ‘Flaco’, dejó su impronta por todas
las canchas por las que pasó. La estética y el buen trato del balón por encima
incluso del resultado. Poema con versos edulcorados que todo el mundo recitó
entre abducidos y extasiados. Un once donde diez eran argentinos y uno
uruguayo; el lateral derecho, ‘El Buche’ Chabay. Un once de leyenda que
permanece en la memoria colectiva, en el imaginero popular y lo hace
inalterable al devenir del tiempo. Aquel equipo, ese que salió Campeón en el
73, lo componían un elenco de jugadores que dieron loas y lustre al Club
Atlético Huracán, el Huracán de Parque Patricios, el Huracán de Bonavena.
En la portería estaba
Héctor Roganti, el ‘Pichín’ fue el portero menos goleado de aquel
Metropolitano. La defensa la conformaban los centrales Buglione y Alfredo
Basile, el ‘Coco’ Basile, también conocido como el ‘Manija’. En los laterales
el ‘Lobo’ Carrascosa y el charrúa Chabay. Por delante de ellos el ‘Fatiga’
Russo, y a sus costados dos finos y elegantes centrocampistas, dos jugadores
que dotaron al ‘Globito’ de llegada y goles. Por la derecha Miguel Ángel
Brindisi y por la izquierda el ‘Inglés’ o el ‘Gringo’, da igual, Carlos
Babington. El primero alargó su magia y su duende en el tiempo y ayudó también
a crecer a la UD Las Palmas y a Boca Juniors; el segundo llegó a terminar
siendo Presidente de la entidad bonaerense. El enlace era un antiguo exiliado
en el CSD Comunicaciones de Guatemala, él era Omar Mateo Larrosa, el mismo que
terminó proclamándose Campeón del Mundo en el Monumental de Núñez en el 78. En
punta de lanza sobrevivió con honores militares Roque Avallay, y haciendo
pareja junto a él uno de los más grandes jugadores que ha dado Argentina: René
Orlando Houseman, el jugador de banda nacido en La Banda, provincia de Santiago
del Estero. El ‘Loco’ o el ‘Hueso’ es para muchos entendidos el mejor extremo
derecho que ha dado el fútbol argentino. Jugador dotado de una calidad
imperecedera e impagable y de una velocidad endiablada. Compañeros y rivales
nunca osaron discutirle su mecenazgo dentro de una cancha de juego. El ‘Poeta
de la banda’, el ‘colifato’ (loco) forma junto a Herminio ‘el Mortero’
Masantonio, Guillermo ‘el Filtrador’ Stábile y Antonio ‘el Turco’ Mohamed la
presidencia vitalicia del santoral ‘quemero’; con permiso, ¡claro está!, de
Oscar Natalio ‘Ringo’ Bonavena, el Rey de reyes, el elegido, el ungido. Houseman
ya se nos fue, y lo hizo asido al micrófono de ‘Radio La Colifata’, su último
refugio vital.
Cae la tarde en la
frondosidad de Parque Patricios, ubicado entre la sede social de Club y el
‘Palacio’. Allí se dan cita los incorregibles amantes de ayer, hoy y mañana.
Allí se encuentran la francesita Exso, delicada y femenina ella, y Anaximandro,
un porteño de la calle el Refrán. Y allí, entre quejidos y amarguras de tangos
viejos y de algún ‘quilombo’ nuevo, se deleitan clamando aquello que tan
profunda y sentidamente sale de sus gargantas y por extensión de sus corazones:
“¡Somos del barrio, del barrio de la Quema, somos los hinchas de ‘Ringo’
Bonavena!”; el boxeador, el hombre que cayó de pie, el etéreo, el
huracanado ‘quemero’ de Parque Patricios y sus aledaños. El otro ‘Ciclón’ cercano
al de Boedo.
Y de fondo, y al fondo los focos inextinguibles del ‘Luna Park’ prenden desde las alturas y rememoran tiempos pretéritos. Allí un país entero lloró y veló a Carlos Gardel, a Bonavena, a Julio Sosa y su ‘Cambalache’,…Allí cantó, atrajo y sedujo Sinatra; y entre su lona y las cuatro cuerdas se conocieron Perón y Eva. Argentina es esto y aún mucho más. La Plaza de Mayo nos espera en octubre.
Diego de Vicente Fuente